Bautismo de soledad...

El bautismo de soledad es una sensación única, no tiene que ver con la soledad, la soledad supone memoria y allí no la hay, sólo existe tu respiración, el silencio, tu corazón, las estrellas, el silencio. Se produce entonces una extraña sensación, una aprensión desagradable, una alerta de la mente que no quiere quedar al margen, pero allí, debajo de las estrellas, en la oscuridad de la noche, el manto arenoso bajo tus pies, no hay hueco para ella.

Puedes luchar contra la experiencia o dejar que te traspase, la sensación se convierte en la única referencia, ya nada será igual, has estado en la soledad más absoluta, un vacío enorme que te deja huella.

¿Por qué volver?, allí espera tu sombra, la que no se refleja contra el suelo, es más que una prueba, es más que un reto, al menos puede serlo, allí no hay posibilidad de esconderte de nada ni de nadie, menos de ti mismo.

El primer año, en 2008 huí de la sensación, escapé de ella, algo me hizo volver, en 2010 la busqué y la encontré a las 3 de la madrugada en medio de un mar de dunas de 20 kilómetros de largo, en la más absoluta soledad, apagué el frontal y me quedé inmóvil sentado en la arena. No sé cuanto tiempo pasó, pero tuve mi bautismo de soledad, allí, después del miedo llegó la sensación, la verdadera experiencia. Me sentí bien y mal, dentro y fuera. La soledad se truncó al pasar el siguiente compañero, no lo oí llegar, tan grande era mi absorción con el elemento mineral ancestral que me rodeaba, me tocó en el hombro, y me preguntó en francés si todo iba bien, dije si, encendí el frontal y me pegué a aquel tipo como si fuera mi hermano, nunca le vi la cara; cuando estás en la nada, lo que llega es el Todo, fué duro llegar a la meta, no pude conciliar el sueño, ya en mi haima, ese bautismo sin agua me había calado, el silencio seguía atronando en mi cabeza.

No sé que sentiré allí, es para mi un misterio, una paradoja, lo temo y lo deseo.

Sed felices o, al menos, intentadlo...