miércoles, 21 de julio de 2010

El último viaje de Keyta...


Una pequeña foto en un períodico, una mirada.
Keyta estaba pasando un día de campo, sol y agua en un pantano, estaba acompañado de unos amigos. El hijo de uno de ellos se adentró en el agua y pidió ayuda, se ahogaba. Keyta no dudó, si lo hubiera hecho no se hubiera salvado el pequeño. Pero Keyta no sabía nadar y las aguas se lo tragaron.
Me imagino al joven atravesando en una patera (no tenía papeles) cientos de millas nauticas, sabiendo que no sabía nadar. Las aguas del mar lo respetaron pero las de ese pantano no.
Keyta no dudó, me encoge el corazón. Keyta no dudó...
A veces la humanidad se muestra de forma plena, algunos podrían pensar que fue un acto reflejo, pero para que este muchacho obrara de esta forma se tuvo que abrir la puerta de aquello que nos hace más plenamente humanos: la empatía y la conducta altruista...sabía que apenas sabía nadar pero se arriesgó, salvó al pequeño y dejó la vida, esta vida, en ese pantano. Keyta nos mira, desde algún lugar. El arrojo de este muchacho y su muerte que se deriva de ello, no sólo ha servido para salvar al niño, también para que muchos reflexionemos sobre el gesto, sobre su humanidad, sobre nuestra humanidad.
Ahora el cuerpo de Keyta espera en un tanatorio para que se reúnan los fondos suficientes para que su familia pueda enterrarlo en Mali la tierra a la que quería volver, harto ya de nuestro mundo de riquezas y vacío.
Sed felices o, al menos, intentadlo...