viernes, 29 de octubre de 2010

Conguito...

Conguito

- acérquense al borde

- no podemos. Tenemos miedo.

- Acérquense al borde.

- No podemos, nos caeremos.

- Acérquense al borde.

Y se acercaron

Y él los empujó.

Y volaron

Guillaume de Apollinaire

1880-1918

Sentada en el banco de aquel parquecillo observaba sus emociones, su mirada se dirigió al cielo azul, el parque era un pequeño pulmón verde entre edificios. Sus ojos se fijaron en ella, una anciana con el pelo casi blanco estaba asomada a una ventana, podía divisar su cara, una expresión de paz y serenidad la envolvían como un halo dorado. Miraba al cielo, como ella. Se imaginó con esa edad, ¿Cómo sería llegar a anciana?

Llevaba unos días en la ciudad, la vuelta del mundo de los desfavorecidos estaba siendo especialmente dura. Había estado un total de dos meses y medio en África, la aceptaron enseguida en aquella ONG, hacía falta un médico en el dispensario de aquel remoto y perdido lugar del mundo. Una vez que hubo acabado la carrera no se lo pensó, quería ir allí y nadie lo iba a impedir.

Vino a su memoria Conguito, el verdor del parque la llevó al de la selva. Recordó la primera vez que lo vio, estaba al lado de la pobre choza en donde vivía. Tenían que pasar todos los días por allí; fiel a su cita con las blancas esperaba pacientemente su llegada, le pusieron de apodo conguito pues era, redondo, negro y de mirada dulce. Al principio llamaba su atención gritando y corriendo, tirándoles algún pequeño trozo de madera, no tendría más de 5 años. Poco a poco se fue acercando a ellas. Sabía que lo que hacían no estaba bien, que no podían apegarse a un niño en especial, no supo como ocurrió, pero la verdad es que se encariñó de aquellos ojos, de aquel cuerpo de abdomen hinchado. Le daba a escondidas pequeños regalos, bombones y caramelos, pero sabía muy bien que lo que realmente hacía que Conguito no se separara de ella era que estaba recibiendo muestras de cariño, abrazos y besos que, en un entorno en el que lo importante es sobrevivir, en el que la madre intentaba sacar adelante a los pequeños trabajando de sol a sol, esos besos se convertían en una potente adicción para ambas partes. Ella era consciente de lo que estaba pasando, de las consecuencias que podría tener aquello. Un día, al pasar por la cabaña, la madre acompañaba al pequeño, fue ella la que le dijo que, cuando volviera a España, se lo llevara. Sólo pudo coger la pequeña manita que se elevaba desde el suelo e irse con él al dispensario. Conguito sonreía dejando las encías enrojecidas de masticar raíces al descubierto.

Llegó el día de la marcha, no pudo despedirse de Conguito, no tuvo valor, se marchó como una delincuente, no quería enfrentarse con aquella mirada. No sabía lo que había hecho mal, pero lo único real era que esa mirada, esa sonrisa confiada no dejaba de estar presente en su cabeza, la tenía clavada en el corazón.

Miraba la gente pasar, la señora que miraba feliz al cielo, sentía un gran vacío en su vientre. Se debatía entre hacer lo que otros querían que hiciera, seguir la profesión de la familia, hacerse con un nombre en ella que pudiera ser digno del que sus predecesores habían forjado o por el contrario dejar que ocurriera lo que su corazón le gritaba. No había estado ni una sola vez en su vida tan llena de paz y serenidad como en esos dos meses de vida en los que hizo aquello que le llenaba de satisfacción, de plenitud, darse a los demás de forma desinteresada.

Mientras se debatía en el océano interior de sus pensamientos la imagen de Conguito apareció de nuevo, su mirada era la mirada de todos aquellos desfavorecidos, inocentes que sufren, en ese mismo instante, en aquella plaza, en aquel banco, supo lo que tenía que hacer, la mirada del niño dejó de ser dolorosa y se convirtió en la luz que despejaba las sombras de su mente. Sonrío, cerró los ojos y estiró las piernas, su nuca apoyada en el banco, cuando abrió los ojos se encontró el inmenso cielo sobre su cabeza.

Se sobresaltó cuando alguien tropezó con sus pies, abrió los ojos y puedo ver la figura de un hombre desaliñado que se alejaba.

Continuará...

Sed felices o, al menos, intentadlo...

viernes, 22 de octubre de 2010

Relatos cortos, el comienzo...


Hace tiempo empecé a escribir unos pequeños relatos cortos, hoy empiezo a publicarlos, escribir es compartir y eso es lo que voy a hacer. Son pequeños relatos encadenados, vidas, surcos en la rueda del destino...

Siempre estoy vagando en esta playa

Entre la arena y la espuma.

La marea borrará las huellas de mis pies

Y el viento esparcirá la espuma.

Pero el mar y la playa continuarán por siempre jamás.

GIBRÁN KHALIL GIBRÁN

ARENA Y ESPUMA

(1926)

El desbordamiento.

Asomada a la ventana contempló el cielo azul, a sus espaldas todo se torno tranquilo y silencioso. Por primera vez en mucho tiempo llenó sus pulmones de aire y el miedo, que moraba en su interior desde que alcanzaba su con sciencia, se alejó, se disolvió como la espuma en la orilla del mar…

Toda una vida aguantando, sufriendo y sintiéndose culpable, Toda una vida…

Era una jovencita de pueblo, a los diez años la pusieron a trabajar en una casa de una familia adinerada, era tan sólo una niña. Pensaba en cómo habían cambiado los tiempos en algunas cosas, su nieta de diez años llevaba una vida completamente distinta a lo que ella tuvo que vivir.

Cuando lo conoció le pareció un chico guapo, se acercó a ella y la trató de una forma que la hizo sentir bien, lo veía como la persona que haría que su vida cambiara y bien que lo hizo. Estuvieron unos años de novios; la situación en la casa donde servía se hizo cada vez más tensa, el señor de la casa empezó poco a poco, al principio eran roces, después la sorpresa de un beso en el cuello, ella reaccionó escapando ante los divertidos ojos del dueño y señor de la casa. Los golpes en las nalgas, los roces fueron cada vez más frecuentes. Su novio le propuso casarse e ir con él a Cataluña a trabajar, a ella le pareció como si le ofrecieran ir al paraíso.

La noche de bodas fue triste, fue el comienzo de lo que vendría después, ella esperaba que él le diera amor, lo que recibió fue la espalda, dijo que estaba cansado. A partir de ese día las relaciones sexuales eran cuando él quería, ella sólo era una cosa usada, poco a poco le fue cogiendo asco. Ahora que recapacitaba no recordaba ni una sola muestra de cariño, de afecto, siempre le echaba en cara que fuera analfabeta, la menospreciaba y humillaba siempre que podía, de esa manera sentía que era alguien, que ocupaba un lugar en el mundo.

Pasaron los años, vinieron los hijos, ella trabajando día y noche, él siempre organizando y dirigiendo. Al menos tenía la satisfacción de ser ella la que había conseguido con su trabajo y esfuerzo y, aún a pesar de él, haber podido salir adelante, lo que tenían era gracias a ella.

Con el paso del tiempo se había acostumbrado a las vejaciones y a los insultos, había aprendido a callar, a no salir con él cuando iba con otras personas pues ese era el momento en el que se cebaba con ella, la usaba como blanco de sus mofas, le gustaba reírse de ella en público. Hace años que ya no salían juntos salvo cuando iban con la familia.

Un día después de una discusión él le dijo: “te vas a enterar”. La miró de una forma especial, cuando volvió de la calle se lo encontró en el suelo en un charco de vómitos, se había tomado un frasco de pastillas. Cuando despertó en el hospital, rodeado de sus hijos, los miró a todos y les dijo que ella era la responsable de aquello. En otra ocasión cogió una cinta gruesa y se la enrolló en el cuello para ahorcarse. Muchas noches le decía al oído: “cuando te duermas me mato”. Hacía muchos años que no dormían juntos ni mantenían ninguna relación sexual, desde que ella se había plantado en ese tema, todo había empeorado, ya no podía soportar su contacto, su olor, sus manos.

Un día, viendo las noticias, dijeron que un hombre había matado a su mujer mientras dormía, él comentó entre dientes que eso es lo que había que hacer limpiar de putas la tierra. Sintió un escalofrío que le recorrió el cuerpo, esa misma noche se empezó a encerrar en su cuarto, desde allí lo oía roncar, moverse en la cama, mientras las horas pasaban, el insomnio era uno de los “regalos” que le había hecho en la vida.

Ahora, en la vejez, en ocasiones él le demandaba algo que nunca había recibido: cariño; a ella le daba la risa cuando él se ponía tierno, él que la había tratado sin piedad.

Los años lo estaban tratando mal, estaba gordo y torpe, ella siempre le había tenido miedo, cuando discutían o le llevaba la contraria primero empezaba a insultarla, desgranaba aquellos que más le dolían. En ocasiones la empujaba y no habían faltado los golpes y patadas, es verdad que no habían sido muchas veces pero el recuerdo de su cara, de verse en el suelo echa un ovillo mientras que se ensañaba con ella le producía náuseas. Se acordaba de aquella vez en la que por una tontería se completó la peor secuencia, primero la insultó, afortunadamente los niños estaban en el colegio, siguieron los golpes la arrastró por el pelo, siempre diciéndole que tenía que respetarlo, que era una puta analfabeta. En el suelo la pateó, se quedó inmóvil, lo sentía respirar muy fuerte, miró desde abajo y lo vio sentado en una silla cerca de ella, no se atrevía a moverse, entonces se levantó y sin media palabra la desnudó y la violó, no gritó, no hizo nada, sólo era una muñeca de trapo. Se juró a sí misma que nunca más volvería a pasar por ello.

Ahora, en la última etapa de su vida, el silencio era lo que dominaba en aquella casa, silencio y cólera reprimida. Los hijos asistían como observadores a la tragedia de su vida. Unos le aconsejaban, sin mucha convicción, que se separaran sabiendo que eso nunca lo harían, otros callaban.

Un día ella se despertó inquieta, él se había levantado temprano y se había marchado a la calle, algo inusual. Pasaba la mañana y no volvía, poco antes de la hora de comer lo oyó abrir la puerta, al ver su mirada supo que estaba a punto de volver a suceder, él se acercó, sin mediar palabra la empujó para pasar junto a ella, cogió un vaso de agua y lo llenó, la miraba aviesamente. Ella no fue capaz de hablar, le pasó por la cabeza aquellas otras veces en las que todo había empezado como ese día, de una forma absurda y terrible. Intentó escabullirse pero ya era tarde, él le dijo que le daba asco vivir con una puta, que lo mirara a los ojos cuando le hablara y que le tuviera respeto, ella podía oler su aliento, el alcohol siempre había estado presente en aquellas otras veces.

El primer y último golpe la cogió prevenida, lo encajó con los pies fuertemente posados en el suelo. Cuando le iba a propinar el segundo, sintió una punzada en el cuello, a punto estuvo de degollarse con su propio impulso con el cuchillo de cocina que ella había interpuesto entre los dos. La sorpresa se dibujó en su cara, la sangre le corría por el cuerpo, no quería ni podía mirar, ya que los ojos de su mujer se le clavaban más profundos que el cuchillo. Entonces la escuchó hablar muy despacio, todo el odio del universo se concentró en aquella cocina.

- Si buscas la muerte, la vas a encontrar, yo ya no temo la mía, he tardado toda una vida en liberarme de este miedo, a partir de ahora tendrás que respetarme o morir.

Un instante eterno hizo que la escena se congelara. El tiempo se paró. Él respiró fuerte, la herida del cuello le dolía, de repente una enorme furia se apoderó de él, una sonrisa cruel fue el heraldo de la desgracia; ella sintió como él, en su inmovilidad, se tensaba como un animal que está a punto de saltar sobre su presa. Le iba a dar su merecido, sólo era una bravata, ella no era capaz de nada en la vida, menos de tener el valor de hacerlo.

Cuando se abalanzó sobre ella sintió un calor grande en el cuello, su cuerpo se desplomó hacía atrás y desde el suelo la pudo ver mientras se ahogaba en su propia sangre. Antes de morir la escuchó decir: “me has enseñado lo que es vivir en el infierno ahora arde en él”.

Lo último que vieron sus ojos fue como ella se alejaba y se asomaba a la ventana.

jueves, 14 de octubre de 2010

II EDICION DE LA BREÑA Xtreme

La segunda edición está calentando motores; este es cartel provisional que nuestro informático solidario nos ha creado, la web que está haciendo es tan espectacular como este cartel. Cada día que pasa me asombra encontrar tanta gente con ganas de aportar lo que sabe de forma altruista. Este hombre, resta tiempo a su familia y a sus jovies para trabajar para la causa solidaria, me emociona...

Paso a paso, esfuerzo a esfuerzo podemos conseguir que este mundo sea un poco más habitable...

Sed felices o, al menos, intentadlo...

domingo, 10 de octubre de 2010

Sincronicidad...


Me encanta la sonrisa del tipo...

Sed felices o, al menos intentadlo...

domingo, 3 de octubre de 2010

Añoranza de las arenas...





En un día nuboso las arenas del desierto vuelven a mi mente y corazón, la música de Jan Garbarek y las fotos de alguien que lo ama tanto como yo...

Sed felices o, al menos intentadlo...