viernes, 25 de abril de 2014

LIMONADA Y SUERO AL ANOCHECER...

Una vez que llegamos a ERRACHIDIA en el helicóptero, me depositan en una ambulancia, eran las cuatro de la tarde más o menos. El conductor, un tímido muchacho de mirada limpia pero huidiza, me mira de soslayo. ¿qué pensará?. Sus ojos me dicen que no debo tener muy buena pinta. Ponen la ambulancia a la sombra, la parte de atrás abierta, disfruto de una maravillosa vista panorámica. Un macizo montañoso se va cubriendo de la luz anaranjada del atardecer, las sombras se van haciendo más y más intensas. Ocres, anaranjados y grises que se mezclan en la paleta de un cielo violeta van despidiendo la jornada, la noche llega con su incertidumbre. Mientras espero el avión que me ha de llevar a Casablanca me comunican que esperamos a otro compañero del marathón de sables que viene de Merzouga, lugar donde ha sido evacuado.

Un ruidoso director del aeropuerto intenta entablar una conversación en una mezcla de árabe, francés y español sobre el Barcelona C.F. como no estoy muy versado ni interesado en la conversación me da por imposible y se va con sus bocinazos a otra parte.

Van pasando las horas y se ha hecho de noche, tengo frío, me echo una manta por encima, me da igual la mierda que tenga y quien la haya podido usar, ese es el menor de mis problemas. Se oye un estruendo y aterriza un falcon, antiguo bombardero convertido en yet privado ambulancia. Al rato, su comandante me comunica que esperamos a un compañero. Al rato, en mi soledad, escucho voces, me parecen que hablan en español, me doy cuenta que es una imaginación mía, en los próximos días esa sensación se repetiría muchas veces.

El conductor me ayuda a quitarme los compresores y las polainas que, arrugadas me están matando.

Se acerca el comandante del Falcon con una limonada y una bandeja de dulces, me bebo la limonada de un trago, mi gotero está atascado hace rato, me doy cuenta de que no he comido desde el desayuno, devoro dos pastelitos, me doy cuenta de que el conductor me mira mientras como , se me quita el hambre, le doy la bandeja de pasteles y, después de decirme que no, la devora.

Llega la ambulancia, no veo quien va en ella, me suben al avión, y siento el olor, me ayudan a sentarme al final del avión, al fondo los pilotos en la cabina, parpadeantes luces y sonidos zumbadores. Delante de mí, una camilla con una persona tumbada en ella, apenas tengo espacio para mí; la persona está entubada, con un gorro en la cabeza, liado en una especie de sudario, amarrado, sólo se le ve la cara, las manos y un poco el pecho, es enorme, lo ventilan manualmente y está conectado a unos monitores que parpadean en rojo.

Me siento y cierro los ojos, la realidad se diluye se estanca en un punto perdido, el lugar donde habitan las pesadillas, el tiempo queda suspendido en un estado de anormalidad, como cuando despertamos de una pesadilla o nos volvemos a introducir en ella.

El Falcón ruge y yo me diluyo en ese fragor…

Casablanca Abril de 2014

Escrito desde la cara oculta de la luna


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