Es extraño como suceden
algunos acontecimientos. La primera etapa de este maratón de sables 2014 fue la
misma que la de mi primera edición en 2008. Las grandes, enormes dunas de Erg
Chebbi nos recibieron con su imponente presencia; atraversarlas para llegar al
CP1 nos iba a costar un esfuerzo añadido por el calor que convertía la zona, a
esa hora del día, en un horno. Probablemente llegamos a más de 50 grados, al
ser el primer día, el peso de la mochila era máximo.
Comenzamos a subir y bajar,
mis pulsaciones altas desde el principio, confiaba en que bajarían, pero no fue
asi; estar al límite de pulsaciones, tener descansos y picos no es problema,
pero estuve cerca de cuatro horas al límite, sin poder hacer otra cosa que
intentar salir lo antes posible de la trampa en la que se convirtió Erg Chebbi.
Cuando llegamos a la mitad
del océano ardiente observamos como las pisadas se bifurcaban de dos
direcciones completamente opuestas, una a las 13 horas y otras a las 21, dos
caminos claramente bifurcados, en uno de ellos se veía gente delante, en el
otro no. Perderse en medio de ese horno se convirtió en una sombra sobre
nosotros, la única que sentíamos.
Después de dos horas más de
subidas y bajadas con el sol en su cenit divisamos el CP habíamos elegido el
camino correcto.
Tengo la sensación de no
haber disfrutado de tanta belleza, sólo sufrí, sólo avancé para llegar,
escapando de la abrasión, sólo sobreviví al calcinante calor.
Tengo una deuda con la
belleza que no disfruté, me siento huérfano de esa belleza; mis amadas grandes
dunas fueron un tormento que marcaron, sin duda, el curso de esta edición del maratón
des sables.
El camino se bifurcó en dos
en aquel océano no supe, entonces, que ese camino que me llevó al punto
deseado, al CP1 me alejó definitivamente del desierto; cada paso lo era de
adiós.
Quedará en mi retina y en mi
corazón todo aquello que viví, lo malo servirá de astillas para la hoguera de
mi aprendizaje; lo bueno en oxígeno para mi alma que sobrevolará las arenas
ardientes del océano de fuego mientras mi mente sea consciente y un soplo de
vida quede en mi pecho.
Escrito en Casablanca
Desde
la cara oculta de la luna…
Querido amigo Julio:
ResponderEliminarComo tú nos dices, esta edición del Maratón des Sables ha sido muy distinta para ti. En ella has pasado por situaciones desagradables que te han dejado una huella imborrable; como en las otras maratones, pero muy distintas. Situaciones tan diametralmente opuestas a las que viviste en ediciones anteriores, que te han hecho denominarla como la cara B de esa travesía por el desierto.
Por la amistad que nos une y para intentar comprender con la máxima profundidad la experiencia que has vivido en tu última y accidentada Maratón des Sables, desearía calzarme tus zapatillas para intentar sentir esas emociones tan fuertes que has debido sentir durante la carrera, tu evacuación, tu estancia en Casablanca, tu repatriación y tu reencuentro con tu querida familia…¡Que vaya familia! Da gracias a Dios por esa mujer y esas hijas que tienes y tanto te demuestran que te quieren. Aunque sé que no te descubro nada nuevo, porque eres plenamente consciente de ello. Pero siempre hay motivos para dar gracias.
En esta primera etapa que nos describes, intento sentir lo que tú sentías cuando con el corazón en la boca y el golpeteo de sus pulsaciones en tus sienes, llegaste a esa encrucijada…esa encrucijada que te obligaba a decidir si tirar para un lado o para el otro… la angustia de no saber cuál era el camino correcto… ese enorme calor y ese peso a la espalda… ese temor a equivocarte, con sus terribles consecuencias…Cierto es que no estabas solo. Afortunadamente tenías a una compañera a tu lado y otros compañeros habían decidido antes que tú qué camino tomar. Siempre, el estar acompañados en esas situaciones difíciles es una bendición. Sin proponérselo, todas esas personas fueron ángeles para ti, que te asistieron en esos momentos de angustia. Pero, probablemente, la duda anidaba en ti. Pensarías: ¿de verdad el camino que hemos tomado es el correcto? ¿No se abran equivocado los que van delante y, al final, nos perdemos todos? No supiste que la dirección que habíais tomado era la correcta hasta después de dos largas horas de camino. Dos horas de angustia.
El haber experimentado situaciones de angustia, dolor o debilidad, nos capacita para comprender y ponernos en el lugar de los demás, cuando son otros los que también las experimentan. Por eso, aunque yo no pueda llegar a sentir lo que tú sentiste, porque fue muy fuerte, sí tengo experiencia de sufrimiento por haberme visto angustiado navegando por el campo, de noche cerrada o con niebla y tener enormes dudas de si andaba con la dirección correcta. Y muchas veces la angustia ha sido mayor cuando he tenido la responsabilidad de ser yo el que iba en cabeza dirigiendo a un grupo de personas que, confiadamente, iban detrás de mí, seguras de que yo las llevaría al destino previsto. Por eso, dentro de mis limitadas posibilidades, te comprendo, amigo.
Un fuerte abrazo,
Chema.